El Mirador by Cesar Cruz

El Mirador by Cesar Cruz

autor:Cesar Cruz [Cruz, Cesar]
La lengua: spa
Format: epub
editor: César Armando Crúz Rabelo
publicado: 2017-02-15T05:00:00+00:00


–¿Tapabocas?

–Sí, el hombre seguramente tiene gripe y por prevención debe usar tapabocas, teniendo en cuenta la cantidad de personas que debe atender

–Muchachos en este lugar solo hay una persona encargada de ofrecer las bebidas.

En ese instante una voz de mujer interviene: –Disculpen, mire joven, le traje su vaso con agua –dice la encargada de las bebidas brindándome el líquido.

Al retirarse la mujer, Julián atónito expresa: –¿¿¿O sea que el hombre que nos dio estas aguas…??? –mi amigo no termina su frase.

–Natalia vamos inmediatamente al baño, por seguridad debes tratar de trasbocar para eliminar lo que acabas de tomar –le ordeno.

–Pero yo…

–Vamos ya, entre más demores en hacerlo más peligroso será para ti –la joven obedece atemorizada.

Mientras esperamos a Natalia cerca a la puerta del baño de mujeres, le manifiesto a Julián que muy posiblemente nos estén observado. Disimulo una mirada al lugar.

–Vamos a hacer lo siguiente, en este momento las personas de la sala 3 se están retirando para abordar los buses que los trasladarán al cementerio, ustedes se mezclarán con ellos; yo me quedaré y trataré de observar si alguien los sigue. Julián no contesta, está pensativo, su mirada se fija en la alfombra de la funeraria.

–¡¡¡Julián!!! –exclamo.

–David hermano, ¿en qué mierda nos metimos?

–Tranquilo, ahora es muy importante mantener la calma, vamos a hacer lo que le dije.

–David, hay algo que me preocupa mucho, y es que esta mujer no permita que vayamos a la policía.

–No se alarme, en cualquier momento podemos contactar al teniente Torres y contarle lo que está sucediendo, por ahora debemos salir de este lugar; hay algo en Natalia que me dice que no es una mala persona, tratemos de sacarle más información y la convencemos de ir con la policía.

Natalia regresa del baño, se ve desmejorada.

–No me siento bien, nos dice con desaliento.

–¿Pudiste devolver lo que tomaste? –le pregunta Julián.

–¡Sí!, pero me siento mareada…

–Ahora es más urgente salir, ve con Julián a la sala 3, él te dirá qué hacer, tenemos que ir pronto a un centro médico para que te revisen.

Al separarnos, me instalo cerca a una ventana que da al parqueadero de la funeraria, desde allí puedo observar la puerta de salida de los buses estacionados, veo cómo Natalia y Julián se confunden entre la gente que se dirige hacia el bus con rumbo al cementerio, no noto nada raro.

–¡Los estaba buscando en el lobby!, me dice la señora de las bebidas –nuevamente me ha proporcionado un terrible sobresalto.

–Ah, hola señora…

–Me causó curiosidad que dejaron los vasos llenos, por eso se los traje nuevamente.

–Muchas gracias, mis amigos se tuvieron que ir, pero creo que ahora sí son oportunos algunos sorbos de agua.

El preciado líquido lo tomo de un solo sorbo.

–Se ve pálido y desencajado, debió haber sido muy especial para usted la señoraaaa… Isabella –me dice la mujer después de realizar un pequeño esfuerzo, para lograr ver desde allí la cinta violeta que expone en la sala adjudicada el nombre de la difunta.

–La verdad ha sido trascendental para mi vida después de



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